Durante la
mayor parte del siglo XIX las ideas arquitectónicas y escenográficas se
mantuvieron en esencia inalterables, si bien las exigencias de libertad
creativa iniciadas por los autores románticos condujeron a
fines de la centuria a un replanteamiento general del arte dramático en
sus diversos aspectos.
La
aparición del teatro moderno, se caracterizó por su absoluta
libertad de planteamiento mediante el diálogo conformas tradicionales y
las nuevas posibilidades técnicas darían lugar a una singular
transformación del arte teatral. En el campo del diseño
arquitectónico y escenográfico las mayores innovaciones se debieron al
desarrollo de nueva maquinaria y al auge adquirido por el arte de la
iluminación, circunstancias que permitieron la creación de
escenarios dotados de mayor plasticidad (circulares, móviles,
transformables, etc.) y liberaron al teatro de la apariencia pictórica
proporcionada por la estructura clásica del arco del
proscenio.
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